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El nuevo Estatuto de las Personas en Formación Práctica nace para poner orden en un escenario donde el “falso becario” había generado inseguridad jurídica y experiencias formativas desiguales. El objetivo central es garantizar que las prácticas sean realmente aprendizaje y no empleo encubierto, reforzando tanto los derechos de los estudiantes como la responsabilidad de las empresas.

El estatuto regula las prácticas no laborales vinculadas a Formación Profesional, enseñanzas artísticas y deportivas y otros programas educativos que incluyan estancias formativas. Aporta criterios claros para distinguir cuándo hablamos de práctica formativa y cuándo, por la integración en tareas productivas, debe considerarse relación laboral. Esta clasificación es clave, porque cualquier incumplimiento puede derivar en consecuencias legales y financieras para las organizaciones.

Para validar una práctica no laboral, la empresa debe contar con dos documentos obligatorios: un convenio de cooperación y un plan formativo individual que detalle objetivos, actividades, duración y evaluación. La falta de alguno de estos elementos puede llevar a que la relación se considere laboral. El estatuto también detalla derechos reforzados para los estudiantes, incluyendo información previa, tutela efectiva, seguridad, límites en la carga de trabajo y garantías de que la experiencia responde a un propósito formativo real. A la vez, establece obligaciones para ellos, como respetar el plan formativo, mantener la confidencialidad y seguir las normas internas.

Las empresas adquieren nuevas responsabilidades: asegurar el carácter formativo de las tareas, evitar sustituir personal laboral, promover la igualdad, cumplir límites de número de practicantes y garantizar la supervisión adecuada. Además, se establece la obligatoriedad de inclusión en Seguridad Social, junto con incentivos y sanciones específicas que buscan fomentar el buen uso de estas figuras y penalizar desviaciones.

Este nuevo marco exige revisar modelos de acogida, documentación, tutorización y límites funcionales. Es un cambio profundo, pero también una oportunidad: permite profesionalizar la forma en que se incorpora talento en formación y reducir riesgos futuros. Si necesitas evaluar el impacto en tu organización y priorizar los ajustes necesarios, podemos ayudarte a hacerlo de manera estructurada.